La nacionalidad
Mis responsabilidades profesionales me impidieron seguir de cerca en su totalidad, como me hubiera gustado, las sesiones del debate sobre el estado de la nacionalidad canaria, celebradas esta semana en el Parlamento Autónomo, tan traído y llevado últimamente. Y digo Parlamento Autónomo, y no Autonómico, como muchos periodistas y políticos se empeñan en llamarlo, incluso el mismo presidente del Gobierno de Canarias. Esos debates anuales suelen ser puestas en escena donde se ponen a prueba tanto la fortaleza del gobierno de turno como la capacidad de maniobra crítica de la oposición correspondiente.
Sí pude seguir algunas intervenciones en la sede parlamentaria de Teobaldo Power, mediante los enlaces que algunos periódicos facilitaban a través de la red, y también pude leer el texto del discurso de apertura del presidente del Gobierno de Canarias. Desde luego, tenía razón el presidente del Ejecutivo isleño al afirmar que el debate que abría esta vez no se parecía a ningún otro anterior porque la situación económica y social que vivimos en el Archipiélago, en España y en buena parte del mundo occidental no se parece a ninguna otra anterior. Todo estaba bajo el signo de la dichosa y enquistada crisis financiera y económica que corroe nuestras sociedades.
En cuanto al texto presidencial de referencia, poco se puede decir, pues este género de discursos siempre responde a cierta rutina donde se exponen, con mayor o menor fortuna retórica, los logros gubernamentales y los programas previstos de acción política.
Paulino Rivero Baute abrió su alegato con un golpe de efecto basado en la enumeración de diez nuevas medidas de choque para combatir la aceptada crisis, diez medidas que venían a sumarse a las que su gobierno ha venido poniendo en práctica desde los meses finales del año pasado y estos primeros de 2009. Leídas con atención, es difícil argumentar cualquier desacuerdo con esas nuevas iniciativas que tienen que ver con avales para atender las necesidades de liquidez de las pequeñas y medianas empresas canarias y de los trabajadores autónomos, con ayudas de emergencia social para familias bajo riesgo de exclusión social, con una nueva deducción del IRPF para las personas que hayan estado en paro más de seis meses durante 2009, con alquileres de viviendas para familias con dificultades económicas, con ayudas al pago de la seguridad social del trabajador autónomo en el primer año de actividad, con subvenciones a empresas que mantengan sus plantillas o las incrementen mediante contratos a tiempo parcial, con agilizar los pagos a contratistas que hagan obras para la administración pública, con subvenciones a los tipos de interés de los préstamos ICO Turismo para proyectos de rehabilitación de plantas alojativas, con el incremento de las ayudas POSEI a las producciones agrarias y al sector ganadero.
Un decálogo de decisiones gubernamentales que nadie podría poner en cuestión por mucha agresividad opositora que se quisiera exhibir sobre el atril parlamentario. Un buen entrante para la comida que sería servida a continuación y que ya seguiría el ritmo algo cansino que suele acompañar a estas ceremonias: las acciones y los programas desarrollados por cada una de las consejerías del Ejecutivo de turno.
En esa dirección, el discurso presidencial insistió en presentar con aire de cierta novedad el espíritu de la Ley de Medidas Urgentes, tan mal vendida a la opinión pública, como pilar para diversificar nuestra economía en cuatro vertientes principales: la agricultura, la ganadería, la industria y el turismo, casi los tres sectores de producción sobre los que descansa cualquier sistema económico de nuestro tiempo.
Otra de las joyas de la corona presidencial fue la atención prestada al transporte, como herramienta de cohesión territorial de nuestro Archipiélago en la que el Gobierno de Rivero Baute ha depositado mucha confianza y esperanza.
El Acuerdo por la Competitividad y la Calidad del Turismo 2008-2020 fue otra de las preocupaciones ejecutivas más desarrolladas y pormenorizadas financieramente como un medio para contrarrestar los golpes bajos sufridos por el sector, no ajeno, por otra parte, a la crisis económica que todo trastoca. Convincentes parecieron también los planes y programas dirigidos al desarrollo de las energías renovables, con el desafío, en el horizonte del año 2015, de cubrir con estas energías alternativas el 30 % de nuestro consumo eléctrico.
En el ámbito educativo, aciertos en materia universitaria, con la firma reciente de los contratos programas con nuestros dos centros superiores para el periodo 2009-20013, y silencio para el fracaso escolar y la compleja relación con el profesorado no universitario en estos dos años de legislatura. Apuesta por la formación profesional y por el refuerzo educativo en horario de tarde y por la intensificación del servicio de recogida temprana, así como por aumentar las secciones bilingües. Mínima alusión al programa cultural, todo él orientado a esa abstracción que responde al rótulo del Septenio.
Progresos aún insuficientes en el servicio sanitario, desbordado por una demografía inesperada, bien es verdad, así como en la promoción de vivienda pública y otros servicios sociales.
Protestas contra una ley de extranjería estatal que nos endosa en exclusiva el problema de los menores inmigrantes no acompañados, que superan en estos meses los mil quinientos en nuestros desbordados centros de acogida, contra una deuda histórica que asciende a unos seis mil millones de euros, y apuesta por reiniciar el debate sobre la reforma del Estatuto de Autonomía, donde se contemplaría un desarrollo más ambicioso y absolutamente necesario del autogobierno, y donde se incluiría, entre otras competencias, la de incrementar nuestro peso como interlocutores de la UE con terceros países.
En resumidas cuentas, un programa de gobierno difícil de rechazar en estos tiempos críticos y contra el que poco pudo hacer el estreno en la portavocía socialista del bueno de Manuel Marcos Pérez Hernández, al que un exceso de finura natural en sus ademanes y expresiones le impide convertirse, al menos por ahora, en el hombre-bronca que exige el lópezaguilarismo en alza.
La destreza en la tribuna de oradores que ha ido adquiriendo Paulino Rivero dejó más atrás que nunca a sus opositores, empeñados en negar un consenso que todo el mundo pide a gritos, no sólo en la sede de Teobaldo Power, sino en la misma Carrera de San Jerónimo, donde Ana Oramas obtuvo en esas mismas fechas un respaldo decisivo a sus dieciocho propuestas para seguir combatiendo una crisis que a todos nos afecta sin contemplaciones.
El tándem Rivero-Oramas ha deparado esta semana una oxigenación a las pretensiones gubernamentales nacionalistas bajo la convicción generalizada de que todos los esfuerzos son pocos a la hora de contener el tsunami de desconfianza empresarial y de destrucción de empleo que se nos viene encima.
Un trabajo bien hecho y la demostración de que estos dos dirigentes del nacionalismo en el poder crecen y se revalidan en sus responsabilidades respectivas. Esto es lo que hay.